Resistir en cada silencio.
Silenciar el abandono ocasional y tormentoso.
Conservar aquel tímido color pétreo,
que inunda la cara visible de la luna.
Perder tardes enteras en conversaciones simples,
consumiendo sensaciones irrepetibles,
oyendo el pisar de hojas secas,
traídas por el último suspirar otoñal.
Es la batalla dada por el poder del alma.
Aquella pequeña porción de vida insurrecta,
aquel espacio divino que resiste el ocaso de las edades,
que halla su refugio en el camino de las horas.
Vencer en cada penumbra,
aún cuando todas las posibles luces se acaben,
aunque se acallen los ecos roncos de encendidos párpados,
pidiendo ayuda en la última noche desesperada.
Conservar aquel tímido color pétreo,
que inunda la cara visible de la luna.
Perder tardes enteras en conversaciones simples,
consumiendo sensaciones irrepetibles,
oyendo el pisar de hojas secas,
traídas por el último suspirar otoñal.
Es la batalla dada por el poder del alma.
Aquella pequeña porción de vida insurrecta,
aquel espacio divino que resiste el ocaso de las edades,
que halla su refugio en el camino de las horas.
Vencer en cada penumbra,
aún cuando todas las posibles luces se acaben,
aunque se acallen los ecos roncos de encendidos párpados,
pidiendo ayuda en la última noche desesperada.