Risueñas caen las sílabas
desde los dientes de un bardo perdido.
Mientras ojos en decenas lo escuchan atónitos,
parpadeos que mueren esperando sus historias.
Renacen épicas tierras de sueños hambrientos.
La espada rompe el silbido,
acallados quedan los niños,
proezas dignas de espanto,
horrorizan sus mentes inquietas.
Así el relato inicia su marcha.
Monta su caballo de crines de plata,
aquel caballero sin ley ni morada.
Suelta su cabello al viento del norte,
y empuña su espada de tallados emblemas.
Al observar el sereno horizonte algo presiente.
Aunque su rostro es altivo e indiferente,
teme al halo de la desesperanza y la muerte.
Se inquieta su corazón vacío por tantas vidas arrebatadas,
tantos ojos que se empapan en lágrimas,
rezos y suplicas no escuchadas a tiempo.
Si tan solo ese amor distante y errante,
que solloza en la tumba que se me ha destinado,
supiera las penurias que en estas tierras acontecen.
Reviviria la vida de aquellos bosques divinos,
que llenan la imaginacion de futuros infantes.
¿Que más nos contarás viejo sabio?
Preguntas acosan al misterioso anciano.
Esa misma ansiedad recorre las venas de su armadura,
presume el inspirado vetusto
¿Que males me depararán esas lejanas leguas?
Noveles batallas e incendiados castillos,
han reflejado el deseo instintivo de hombres y niños.
Desde el relato se construye el sentido,
en historias que yacen tras memorias comunes.
Sueños y esperanzas que han sellado modernos y antiguos.